Por Octavio Cervantes
Babylon, la última cinta de Damien Chazelle (Rhode Island, 1985), no deja al espectador sin una opinión radical. Ya sea a favor o en contra, se pone en relevancia la siguiente pregunta: ¿es Babylon una película que roza con el absurdo, con lo ególatra y extravagante? O bien: ¿es Babylon una pieza más que contribuye a la meteórica carrera de Damien Chazelle? En las siguientes líneas intentaré responder a esos cuestionamientos de manera clara y personal.
Llega un momento en la carrera del director de cine estadunidense donde siente la necesidad de demostrar su talento al máximo nivel. Ocurre en esta película para Chazelle. Se trata de una producción ambiciosa, que pretende abarcar la esencia del cine. Así lo leí.

Manny Torres (interpretado por Diego Calva), un don nadie, asciende casi por casualidad a la cúpula más alta de la producción cinematográfica, por medio de su relación con Jack Conrad (Brad Pitt), legendario actor dentro de este universo. Pero en el ascenso, podemos ver los desvaríos y la cara más visceral del Hollywood de los años 30, a partir de la transición del cine mudo al cine sonoro.
Babylon toma como eje de desarrollo la relación de Manny, un hombre sencillo e inicialmente sin muchas ambiciones, con Nellie (Margot Robbie), actriz excelente, de personalidad explosiva y fugaz, como un cometa.
La tensión que Nellie tiene con Manny abarca todo el espectro de las emociones humanas, desde la risa, el llanto, las súplicas, los favores mal correspondidos, hasta el final de su relación que se debe a los motivos más humanos y evidentes posibles: la diferencia tan abismal de sus personalidades.
Hablar de Babylon nos obliga a seccionar los elementos que ahí se presentan para su análisis, pues, derivada de la ambición que de fondo existe en la producción de la cinta, se presentan muchas cosas en un periodo de tiempo que le queda corto a la cinta, a pesar de ser objetivamente extensa: tres horas.

La segunda escena, la definitiva, se alcanza cuando Manny regresa al cine (ahora como espectador de una película) después de un obligado exilio de años tras el enorme desastre que tuvo con Mkay.
Ahí, en la sala de cine, se da cuenta de que las cosas han cambiado, que las películas silentes que él hizo ahora causan gracia. Las lágrimas se derraman de sus ojos, y todos los recuerdos del pasado lo asaltan, sin dejar, aparentemente, nada de él. En su cabeza se visualiza Nellie, la fugaz figura de espíritu indomable, así como el buen Conrad, que siempre lo vio como un amigo. Aparecen las horas de grabación, de trabajo, hay una mezcla de nostalgia y vergüenza que lo inundan desde dentro.
Pero de pronto, lo entiende todo. Recuerda aquel primer momento con Nellie y lo que le dijo: que quería trascender en algo más grande que él mismo, que quería entrar en la historia. La verdad es revelada ante sus ojos: lo logró. Entró en el cine, y sea como fuere, su trabajo está siendo recordado por todo aquel que valore el cine. Es entonces que las lágrimas se tornan alegres y llenas de júbilo: Manny lo logró; pero tantos años fuera del medio lo distrajeron de poder celebrar lo que en un momento fue su aspiración máxima. Manny festeja en silencio y para sus adentros: al final puede descansar.
Babylon es un homenaje al cine. Las últimas secuencias rememoran los momentos máximos de la industria en donde, como dice el buen Conrad, el espectador vive junto a los personajes de la gran pantalla y, por unos momentos, su vida es la de los protagonistas.
El objetivo final de Babylon es exponer qué es el cine, y qué elementos giran entorno suyo: a veces el romance entre los rodajes, a veces los excesos después de una cinta exitosa, pero siempre el eje central es la grandeza de la experiencia artística que se vive dentro de las salas, donde el espectador debe quedar maravillado ante lo que ha observado.
Babylon hace justicia al objetivo que plantea. Los críticos la atacan por exuberante y pretenciosa, incluso dicen que fue producto de un ejercicio de ego de Damien Chazelle que demuestra que ahora sí gana dinero con sus producciones, pero me parece que todas y cada una de esas críticas no están fundamentadas con solidez. Al revisar la trayectoria del cineasta encontramos que, en esencia, no difiere mucho la estructura medular de esta cinta de sus anteriores producciones (LaLaLand y Wiplash), es decir, sigue existiendo un espíritu en su cine, una trama, un hilo argumentativo excelente que siempre hace un homenaje al séptimo arte. La exuberancia que se presume se debe al buen presupuesto invertido y, naturalmente, con más recursos el despliegue creativo es mucho más fructífero. ¿Ejercicio del ego? No lo noto. Más bien hay un uso técnico de más recursos para la elaboración de proyectos. ¿Pretenciosa, o más ajustada a los estándares de una ambición mayor?
Babylon me pareció una de las mejores películas que he visto a la fecha, y es, en pocas palabras, una explosión de colores, de emociones y de música; habla de temas tan trascendentes como válidos en el ámbito cinematográfico, subyacentes a la naturaleza humana: es un homenaje bien ejecutado a la fábrica de sueños.

Octavio Cervantes. Egresado del Colegio Madrid, donde adquirió bases sólidas e interés por la lectura y las artes. Estudió en la Escuela Nacional Preparatoria José Vasconcelos, plantel 5, de la UNAM, donde se decantó por el Área 4. Actualmente cursa la carrera de filosofía en la máxima casa de estudios. Está por iniciar su sexto semestre. Actualmente escribe para diferentes blogs y revistas virtuales acerca de temas culturales, con énfasis en la filosofía, las letras, el arte y el cine.
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