Por Concha Moreno
Solo para encuerarme de entrada: me gustan las historias de la realeza. Soy una pésima republicana, la monarquía me cae bien. Cuando voy a cortarme el pelo la primera revista que tomo es Hola! o una Vanidades. Esto soy.
Creo que mi (nuestra) fascinación con la nobleza europea es sintomática: pocas certezas como la de saber que una línea sanguínea que corre desde la Edad Media sigue siendo relevante hoy. Es como vivir en Ivanhoe o hasta en El señor de los anillos, a pesar de que nuestros nobles actuales hacen más gala de decadencia que de heroísmo y valentía.
Pero el príncipe Harry de la casa Windsor me parece que come en otro lado.
La figura del príncipe Harry siempre me ha fascinado. Tenemos la misma edad, el príncipe millennial. Harry fue un niño adorable, un adolescente idiota y ahora es un adulto interesante.

Recuerdo cuando lo acusaron de robarse exámenes en Eton, tonto. Recuerdo cuando se vistió de nazi para Halloween, imbécil. Y en aquella fiesta en la que lo fotografiaron desnudo, idiota. Sufrí cuando lo mandaron a la guerra, y me enojé con él cuando se grabó a sí mismo diciéndole «paki» (un término racista en Inglaterra) a uno de sus compañeros. Estúpido.
Hoy día ese principito menso se ha vuelto uno de los hombres más comentados y no por las malas razones que su adolescencia predecía. Renunció a sus privilegios de nobles que trabajan de nobles para tener la vida que siempre quiso tener.
Quizá sea cierto que Harry sí es un hombre valiente.
Hace unos meses, impulsada por el morbo, quién es impermeable a él, vi el documental en el Harry y Meghan Markle cuentan de motu propio su historia con la realeza británica. Me parecieron muy simpáticos los dos, sobre todo le encontré inteligencia a la Markle, quien hasta entonces me había caído pesada por despreciar a los Windsor (déjenme, la reina Isabel era como mi abuelita).
Simpáticos, pero quejumbrosos. Pero ese para de extraprivilegiados que viven entre gasa y algodón quejándose despierta mi curiosidad: ¿qué problemas puede haber en los médanos de la realeza, ahí donde nada se juega el poder de Inglaterra pero el chisme es bueno? No les voy a soplar la serie de Netflix, pero si es que son de los que la han evitado como si fuera peste, les digo: véanla. Es un vehículo de relaciones públicas, sí, pero también revelador. La familia real depende todavía mucho de la imagen de Diana, eso queda claro. Sus dos hijos son amados porque se parecen más a ella que al rey Carlos III. Pero William, el más parecido físicamente a Diana, no es el verdadero heredero de sus glorias. Harry sí. Vean el documental y sabrán de qué hablo.

Mi morbo se satisfizo con la serie, mi eterno crush con Harry se justificó, me dio gusto que él y Meghan ser vieran contentos. Felices y comieron perdices, como en los cuentos de hadas de príncipes y plebeyos.
Pero entonces lanzaron Spare y mi mundo se estremeció. Las memorias de Harry ahí frente a todos nosotros, con esa permanencia que implica la letra escrita. Hay miles de libros cada año en las mesas de novedades y seguro Spare no pasará de ser un hit de ventas, pero de todos modos revelar la vida de un miembro de la familia real de ese modo tan cercano y por voluntad propia es notable.
Quiero leer Spare (que en español significa algo así como «librado», se libró del peso de ser miembro de la realeza) porque soy chismosa y también me interesa la parte periodística detrás de libro, porque la hay.
J.R. Moehringer, un periodista de respeto, es el negro literario o «ghost writer» de Spare, y eso sí que me interesa. Moehringer es un ganador del Pulitzer que demostró tener ojo literario en sus memorias —The tender bar, un libro encantador— e hizo un gran trabajo escribiendo con Open, las memorias del tenista Andre Agassi.

En el mercado angloparlante se da mucho esto de escribirle la «autobiografía» a un famoso y en general esos escritores fantasmas no pasan de ser meros conductores olvidables, se supone que su voz no debe notarse. No pasa así con Moehringer. En Open, su estilo limpio pero finalmente literario convierte lo que iba a ser un rollo aburridísimo sobre una estrella caída en un relato épico, hermoso.
Pues sí: quiero leer Spare y lo haré, a pesar de que el librito está carísimo. Ya les contaré.
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