A Benítez, un emotivo homenaje en Bellas Artes


Por Irma Gallo

«¿Saben cómo le hice para hablar con una piedra? Pues investigando, y preguntando a todos aquellos que conocen su historia. Porque un periodista debe saber no sólo formular las preguntas correctas, sino hallar la respuesta, muchas veces siguiendo la ruta de la imaginación, lo cual no es sinónimo de invención». Mónica Mateos, reportera de La Jornada, autora del libro Mariposa negra (UANL, 2022) y alumna de Fernando Benítez, contó que el maestro les dijo en una clase que había entrevistado a Chac-Mool. Y que ante el asombro y las risas de algunos de los estudiantes, esa fue su respuesta.

En la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, este mediodía caluroso de domingo, Mónica Mateos continuó con su participación en el Homenaje a Fernando Benítez a 23 años de su fallecimiento, organizado por la Fundación Dr. Ildefonso Vázquez Sánchez, custodia del acervo del periodista, editor y maestro en Monterrey, y la Coordinación de Literatura del INBAL, mientras el público la escuchaba maravillado:

«La UNAM fue el alma mater de Fernando Benítez y la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, su territorio, nuestro hogar, donde decenas de alumnos nos enamoramos del periodismo escrito en general, y del periodismo cultural en particular».

Mónica Mateos

Mónica Mateos terminó su participación narrando una anécdota del día en que los restos de Fernando Benítez fueron trasladados a su reposo final en el Panteón Español, el 22 de febrero de 2000.

«Nos dio a todos los reporteros que cubríamos su funeral una última y gran lección: nunca dar por hecho nada», dijo Mateos. «Sucedió que cuando trasladaban sus restos desde la capilla donde lo velaban hacia el tanatorio, la capilla fúnebre se descompuso en pleno Periférico. En vano los choferes trataron de empujar el auto para hacerlo arrancar y tampoco sirvieron los conocimientos de los policías de tránsito. En los ocho autos del cortejo que seguía la carroza sólo íbamos dos reporteras, ningún fotógrafo, porque todos, desesperados por la lentitud de un cortejo fúnebre, se habían adelantado para llegar al Panteón Español. En pleno Periférico esperamos una hora a que llegara otra carroza».

Mónica Mateos recibe un reconocimiento de parte de la Fundación Dr. Ildefonso Vázquez Santos, de manos de Jorge Vázquez González, Presidente de la Fundación. Foto © Irma Gallo

«De repente, los automovilistas que se encontraban en el mega congestionamiento que se armó, se sorprendieron cuando vieron salir un ataúd de un auto para pasarlo al otro, y es que estas cosas siempre causan cierto escalofrío».

Mónica Mateos

«Así se despidió el maestro Benítez, generoso, convirtiendo un día gris, contaminado y triste, en un pretexto más para recordar sus enseñanzas, pues la nota fue que se hicieron necesarias dos carrozas para trasladarlo, y la lección de periodismo fue que nunca debes confiar en lo previsible, pues la mayoría de las jefaturas de información dieron por hecho que nada pasaría en el traslado. Al otro día se publicó mi crónica de este incidente —pero sin foto, por supuesto—. Pero yo pensé que en algún lugar mi profe estaría orgulloso de que no se me fue la nota y que cumplí la tarea de redactar con velocidad, bajo presión y lo mejor posible. Profe Benítez: no me canso todavía, tengo estómago de avestruz y aquí seguimos. Muchas gracias».

Cuando Mónica Mateos concluyó su participación con estas palabras, provocó un estallido de aplausos que duró varios minutos.

Por su parte, el escritor Jorge F. Hernández habló de la importancia de que el homenaje al periodismo cultural que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara lleve el nombre del autor de Los indios de México:

«Yo sí quiero siempre celebrar cuando se le reconoce a la labor periodística a cualquier valiente mexicano, que se le reconozca con el nombre de Fernando Benítez, sobre todo en un país en donde lamentablemente somos campeones, no del futbol, pero sí de la muerte de periodistas».

Jorge F. Hernández

Después de narrar que conoció a Benítez cuando trabajó en el Consejo de la Crónica de la Ciudad de México, gracias a la invitación de Guillermo Tovar de Teresa, Jorge F. Hernández, habló de La ruta de Hernán Cortés.

Jorge F. Hernández recibe un reconocimiento de parte de la Fundación Dr. Ildefonso Vázquez Santos, de manos de Jorge Vázquez González, Presidente de la Fundación. Foto © Irma Gallo

«La ruta está en el libro, en el libro que escribió este hombre para bien de todas las generaciones y para reto de quien quiera hacerlo», dijo. «Se tomó la molestia de recorrer el camino precisamente porque era periodista».

«La ruta de Hernán Cortés, que podría ser la ruta que nos podría salvar a nosotros en el siglo XXI, va del mito a la utopía, para poder entender las utopías o las falsas utopías que nos quieran endilgar», continuó el escritor. «Va de Marco Polo a Colón, para que no se nos olvide que los que admiramos son muy buenos guerreros. Va de las primeras sombras de algo absolutamente desconocido, que después se convirtió en la digestión de la sorpresa. Bernal Díaz del Castillo habla con asombro inexplicable de todo lo que ve y lo trata de interpretar a través de la literatura porque cita al Amadís de Gaula antes de citar a la virgen del Rosario», dijo el autor de Un bosque flotante.

Celso José Garza Acuña, Juan Villoro, Jorge Vázquez González, Mónica Mateos y Jorge F. Hernández. Foto: © Irma Gallo

La última intervención fue la del escritor, editor y periodista Juan Villoro, que leyó un texto titulado La batalla contra el olvido. Los tiempos de Fernando Benítez, en el que también habló de su relación con el maestro de periodistas, pero sobre todo del trabajo de éste con los pueblos originarios de México.

«En 1967, cuando los Beatles llegaban al pináculo de su trayectoria con Sargento Pimienta y la novela latinoamericana adquirió un impulso decisivo con Cien años de soledad, Benítez se ocupó de una zona olvidada de nuestra cultura e inició la edición de los cinco volúmenes de Los indios de México«.

Juan Villoro

«No pretendía», continuó, «hacer un análisis académico ni poner en práctica el recurso patrimonial de darle voz a quienes no la tienen. Su propósito era más sencillo y radical: acompañar a los indios, ser su espejo, oírlos, educarse en ellos».

Fernando Benítez (1912-2000).

«El cronista encontró entre los más pobres de México una espiritualidad desconocida por la sociedad de consumo», dijo Villoro, «y describió a sus informantes como héroes de la tierra».

«Benítez comprendió que el mundo indígena no integra un bloque homogéneo sino un entramado tan complejo y colorido como sus telares y tapices».

Juan Villoro

«Esa excepcional reserva de lenguas y cosmogonías ha sido sometida a la explotación, el alcoholismo y la pobreza. Con pulso certero, Benítez describió escenas del oprobio», dijo Villoro, y citó el episodio en el que el autor de Los indios de México describe lo que le provocó la visión de un indio en la cárcel de San Cristóbal en 1950:

«Todavía no se borra de mi memoria el rostro de un indio asomado entre los gruesos maderos de la puerta. En realidad no se trataba de un rostro, su forma, su piel, sus ojos, se desvanecían en la oscuridad de la celda, y toda la luz del exterior se concentraba en la boca abierta o mejor dicho, en la doble hilera de los dientes, en aquella dura y caliza materia, en aquellos huesos, que con su brillo de navajas, expresaban la desesperación impotente del animal enjaulado de un modo que no podían expresar su español elemental ni sus manos invisibles, moviéndose sobre los maderos acribillados, densos y oscuros de la puerta», citó Villoro.

«Tom Wolfe entrevistó a los más radicales de la contracultura sin quitarse su traje blanco de tres piezas. Desde un principio entendió que la gente respeta más a quien se presenta tal y como es, con su propia investidura. Benítez ejerció la misma técnica: nunca simuló ser diferente. «Nací con voz pedante», decía, «y los indios me enseñaron la humildad»».

Juan Villoro

Al hablar de la contribución de Benítez al periodismo cultural durante décadas, Villoro también contó cómo su olfato para descubrir talento se confirmó cuando contrató como redactores «a dos desconocidos que acababan de alcanzar la mayoría de edad, Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco». Y después de la muerte de Miguel Prieto, «optó por otro joven desconocido, Vicente Rojo».

Al final del acto, después de que el público aplaudió con emoción la intervención de Juan Villoro, el presidente de la Fundación Dr. Ildefonso Vázquez Santos, Jorge Vázquez González, entregó una distinción a cada uno de los participantes. El empresario regiomontano dijo que desde el 2010, la fundación es custodia «del acervo bibliográfico, documental y artístico de Fernando Benítez, de su gran biblioteca, de su archivo personal y su colección de arte prehispánico».

También anunció que la fundación está diseñando nuevos proyectos para «promover nuevas ediciones de sus obras, fomentar su lectura y actualizar su visión de México».

«Hoy en día, México necesita figuras que crezcan y se desarrollen bajo el amparo referencial de Fernando Benítez».

Jorge Vázquez González

La ceremonia estuvo conducida por el escritor, periodista y académico Celso José Garza Acuña, y entre el público se encontraban amigos, discípulos y periodistas admiradores de Fernando Benítez, como el fotógrafo Rogelio Cuéllar, los periodistas Mónica Maristain y Miguel de la Cruz y la escritora Claudia Marcucetti.

Fue un medio día cargado de anécdotas y risas, en el que las enseñanzas de Fernando Benítez, narradas por aquellos que lo conocieron, nos hicieron recordar por qué amamos el periodismo.

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