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El acto de magia de desparecer una obra de arte


Por Concha Moreno

Cuando me enteré de la novela Obra maestra (Anagrama), del español Juan Tallón, pensé que era una buena idea, pero dudaba sobre su posibilidad.

El tema es grandioso. Resulta que en 2006 al Museo Reina Sofía se le perdió una escultura; una obra hecha por el escultor estadounidense Richard Serra que había sido comisionada por el museo en 1986, Equal Parallel/Guernica-Bengasi, una pieza que buscaba hacer paralelo con el Guernica de Picasso denunciando los bombardeos estadounidenses en Bengasi, Libia ese año.

El twist: se trata de una obra monumental conformada por tres bloques de acero sólido que suman un total monstruoso de 38 toneladas. Por ponernos castellanos: joder, ¿cómo coños se pierde una mole de ese tamaño?

La escultura estaba depositada en una bodega desde 1986 de la empresa Macarrón, especializada en el almacenamiento de obras de arte, que tronó en los noventa porque los museos como el Reina Sofía no pagaban sus cuotas. La obra de Serra quedó abandonada a la buena de los diosese. Caulquiera que se asomara al lote abandonado podía ver su decadencia, tres bloques de acero podían ser cualquier cosa.

¿Ven? El asunto es espectacular. Supe que Tallón había escrito una novela coral y no lineal. Me pareció incontrolable. ¿Cuántos personajes, cuántas voces, no se perdía el hilo narrativo? O sea: con un tema tan atractivo, ¿no sería mejor acometer la historia a la manera tradicional, puro periodismo narrativo? Imaginaba un mamotreto difícil de leer. Pero mi curiosidad era mayor que mis prejuicios.

Resulta que Obra maestra sí es periodismo narrativo, excelente periodismo narrativo. Pero también es literatura, difumina los límites entre ficción y realidad. Las voces de la novela se van juntando para crear una farsa de algo que sí sucedió pero es increíble.

La estructura de la novela va por apartes en la que los personaje hablan en primera persona sobre Equal Parallel. Hay opiniones sobre qué es el arte, por qué importa lo que un artista quiere decirnos, qué es el arte contemporáneo y por qué es complicado, quién es Richard Serra, cómo se relaciona el público con sus esculturas y por qué a veces lo único que convierte un objeto en arte es la firma famosa que lo legitima.

La narración brinca entre años. Una entrevista de Serra en 1976, luego el testimonio de una periodista en 2006, la jueza que llevó el caso opina en 2009, en fin. Le toca a un personaje llamado Juan Tallón, una ficción, la ficción tiene uno de sí mismo, un escritor a punto de renunciar a la tarea de una novela imposible.

Las voces narrativas están aderezadas con un delicioso sentido del humor. Mi personaje favorito es la jueza de la causa, María López Chacón, que aparece mencionada por otras voces, sobre todo por los inspectores de patrimonio que andan buscando la obra con un frenesí de niños asustados. Le llega el turno a ella de hablar por sí misma en la última parte de la novela. López Chacón: siempre con un cigarro, cínica, aburrida, cero empática, adorable. Por ahí también aparece el escritor argentino César Aira que le cuenta la anécdota de la desaparición a una tal Juan, su amigo español.

Cada personaje abona un poco al misterio, pero no solo al misterio policiaco, también al misterio del arte. Las esculturas de Richard Serra son difíciles de gustar porque no están hechas para gustar ni para decorar. Son piezas que tienen que ver con la experiencia de moverse alrededor de ellas, para perderse las formas cuasi eróticas del acero en manos del artista, para asustarse.

Hay voces de críticos y de artistas, pero también de personas comunes que viven las obras como parte de su vida cotidiana, porque muchas de las creaciones monumentales de Serra están en espacios públicos. Por ejemplo, una mujer que sale todas las mañana a correr y al pasar por una de las esculturas callejeras la roza con un codo como un ritual para saber que tiene que dar la vuelta y regresar trotando a casa. ¿Qué es arte sino un objeto vivo y que respira, que te mira de frente y parece leer cosas en ti? Entrañablemente intimidante, Serra.

Pero, ¿dónde quedó Equal Parallel? Ah, no sabemos. Nadie sabe. Por ahí se aventuran algunas hipótesis. Quizá la robó un chatarrero y la vendió por kilo. Una versión más glamurosa: se la llevaron dealers de arte y la vendieron a un coleccionista billonario, quizá un jeque, tal vez un empresario de la tecnología, cualquiera de esas personas que hacen millones de dólares cada vez que van al baño.

Sin ironía: Obra maestra es una obra maestra, precisa, divertida e inteligente, y ojalá se pudiera decir eso de más libros de la mesa de novedades de las grandes librerías. Como sabe cualquiera con cierta afición por la lectura, esas novedades suelen ser desechables. Buena novela de misterio, se lee rapidísimo porque las ideas y la trama son muy seductoras. Comercial: si la quieren conseguir a buen precio, busquen a Leslie Rondero (@lesfrancia en Twitter), la mejor dealer literaria donde las hay.

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