Por Irma Gallo
Fotos: Josué Nando/FIL de Guadalajara
Tarde de jueves en la calurosa Guadalajara. La Sala 2 del Conjunto Santander de Artes Escénicas estaba atiborrada. A pesar del aire acondicionado, la reunión de cuerpos hacía que poner atención al acto inaugural de la quinta edición de la V Bienal Mario Vargas Llosa fuera todo un reto. Sólo la emoción por escuchar la conversación entre los seis finalistas del premio de novela que lleva el mismo nombre de la reunión bianual, provocaba que la adrenalina sirviera como contrapeso al impulso del organismo a querer salirse del lugar.
Después de que Ricardo Villanueva Lomelí, rector de la Universidad de Guadalajara, recordara el legado de Raúl Padilla López, a cuya memoria está dedicada esta edición de la reunión literaria, Marisol Schulz Manaut, directora de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara dijo que el tema de la Bienal —Literatura para tiempos recios— se había elegido meses atrás:
«No sólo parafraseando la gran novela de Vargas Llosa que lleva ese título, sino porque en efecto vivimos tiempos recios».
Marisol Schulz Manaut, directora de la FIL de Guadalajara
«Como en la magnífica novela de Mario Vargas Llosa a la que hacemos referencia en este Bienal», dijo Marisol Schulz, «vivimos tiempos recios. Pero podemos superarlos mediante el diálogo y la búsqueda del conocimiento. Así lo creía Raúl Padilla, quien consideraba a Mario Vargas Llosa un escritor universal, cuya amistad le honraba, y a la cultura como un elemento indispensable para construir sociedades más justas».

En la fiesta organizada por la Cátedra Vargas Llosa no podían faltar las palabras del Nobel peruano. Como ya es su costumbre, el autor de Conversación en la catedral no podía dejar pasar la oportunidad para exponer sus polémicas posturas políticas, y después de reconocer el trabajo de Padilla López hizo declaraciones como:
«La Bienal tiene lugar este año en un mundo convulso, incierto, sacudido por guerras y amenazado por diversos autoritarismos, en una América Latina donde el populismo, la demagogia, el estatismo, la intolerancia y el extremismo ideológico están causando mucho daño».
Mario Vargas Llosa
No pocas personas se movieron inquietas en sus asientos al escuchar a Vargas Llosa. Afortunadamente, pronto terminó el discurso del Nobel para dar paso a la literatura, a la buena literatura: la conversación entre los seis finalistas del premio, moderados por Rosa María Palacios.

La moderadora provocó a los autores con preguntas sobre sus obras para que hablaran en dos «tandas» de cinco minutos en promedio, cada uno. Le tocó en primer lugar al español Juan Tallón, que dijo que su novela Obra maestra (Anagrama, 2022) reflexiona sobre cómo lo que se considera arte hoy quizá no lo será en el futuro a partir de una anécdota muy particular, sobre una escultura de Richard Serra de treinta y ocho toneladas que desapareció repentinamente.
Continuó la escritora mexicana Brenda Navarro, quien al hablar de su novela Ceniza en la boca (Sexto Piso, 2022), dijo que, aunque le gusta la palabra migración, la intercambiaría por tránsito, porque «me gusta mucho pensar en el concepto de tránsito y en cómo, ese movimiento que tenemos las personas puede generar revoluciones internas y externas».
Después, dijo que la protagonista de su libro era una especie de Orfeo del siglo XXI, «que por más que va cantando sus canciones y puede embelesar a su entorno no puede salvar a su hermano del infierno en el que se va metiendo».
En su segunda intervención, la escritora habló de las ciudades del miedo y de cómo nombrar. «Una apuesta que yo hice en Ceniza en la boca, más allá de todas las temáticas que trato sobre la violencia, era justamente el uso del lenguaje, como escritora latinoamericana en España. Lo que significaba para mí defender mi lengua materna (…) Lo que yo hago con Ceniza en la boca, para demostrar cómo podemos combatir o resistir a esas violencias, es justamente aferrarte a la lengua materna».

Sobre Salvo mi corazón, todo está bien (Alfaguara, 2022), dijo su autor, el colombiano Héctor Abad Faciolince, que se trata de un libro sobre la enfermedad del cuerpo. «Este cura bueno, al que yo conocí, en quien está inspirada la novela, efectivamente se enfermó del corazón, efectivamente se fue a vivir a una casa donde habían dos mujeres sin maridos, con tres niños, con tres hijos, y efectivamente después de una vida dedicada a la cultura, sobre todo al cine y a la música clásica, y después de una vida en la que había respetado el celibato, los votos de pobreza y de castidad, se encuentra esperando un corazón de repuesto». En el momento en que este cura se empieza a enamorar de una de las mujeres que le dan asilo, dijo Abad Faciolince, comienza la novela: «un alegato a favor de la vida».
En su segunda intervención, el autor de El olvido que seremos aclaró que no defiende el punto de vista de ninguno de sus personajes y que «cuanto menos ideológicamente uno se aproxime a una novela, mejor».

La escritora mexicana Cristina Rivera Garza, una de las favoritas para ganar el Premio con su novela El invencible verano de Liliana (Literatura Random House, 2021) contó que había intentado escribirla años atrás y había fracasado. «Tuvieron que coordinarse una serie de eventos para poder finalmente decir «ya estoy lista, personalmente, para hacer esta historia».
«Pero también en términos de la sociedad, de la comunidad de la que formamos parte, ya hay también un lenguaje lo suficientemente preciso y también lo suficientemente compasivo para poder contar esta historia de otra manera. Por desgracia es una historia que conocemos muy bien».
Cristina Rivera Garza
La escritora, crítica y académica, dijo «que durante la pandemia lo que ocurrió también, personalmente, como a todos, creo que nos ocurrió, este enfrentamiento con nuestra propia mortalidad. Para mí fue importante pensar que podía desaparecer, que podía morir en cualquier momento y que no iba a escribir este libro».
También dijo que para ella, lo fundamental, fue atreverse a abrir las cajas con las pertenencias de su hermana. «Yo iba buscando realmente algo mucho más humilde; quería reabrir el caso, quería enfrentarme a todo el proceso, quería, por supuesto, justicia, como tantas familias en México y en el mundo, y andaba buscando información: una libreta, un nombre, números, algo. Lo que me encontré fue mucho más que eso, es la riqueza de lo que llamo un archivo, un archivo de los afectos, un archivo excepcional, una serie de documentos que Liliana fue firmando de su puño y letra, que cuando vi dije «es que aquí está. No necesito estar produciendo esta voz cuando esta voz está ahí»˝.
En su segunda intervención, Rivera Garza habló del poder de la escritura para incidir en la realidad, y contó cómo a partir de la conexión de los lectores con la historia de Liliana se generó información nueva: «hay datos que permiten suponer que este individuo, Ángel González Ramos es su nombre, huyó de México, vivió en Estados Unidos bajo un alias, Michelangelo Giovanni, y que murió el 2 de mayo del 2020, ahogado, en la costa de California».

En su turno, la poeta y narradora colombiana Piedad Bonnett comentó que la cotidianidad es el gran tema de toda su obra. Explicó que su primera idea para Qué hacer con estos pedazos (Alfaguara, 2021) era escribir una novela que tuviera a la enfermedad como el gran tema. Sin embargo, cuando regresó a su casa después del primer confinamiento por la pandemia se encontró con la cotidianidad en toda su dureza.
Pensando en escribir un libro de cuentos, la autora de Lo que no tiene nombre (Alfaguara, 2013), estaba convencida de que «la experiencia catastrófica de remodelar su cocina» iba a ser la materia prima para un cuento cómico. Pero la cotidianidad se impuso en su proceso de creación. «Me paro en esa cocina y se juntan un montón de elementos que hacen que la remodelación de la cocina se convierta en un detonante para un personaje —que no soy yo—, un motivo de reflexión sobre la dificultad de las relaciones familiares».

«Hablaste de la libertad», respondió David Toscana a Rosa María Palacios, «y finalmente ese es el hilo que sigue la novela [El peso de vivir en la tierra, Alfaguara, 2022], porque parte de don Quijote. Para mí don Quijote no es un loco, es el hombre más libre del mundo, el que dice «me pusieron esta realidad pero yo me pongo otra», y así como lo hace a través de los libros, también mis personajes se buscan esta libertad a través de la novela rusa».
«Y lo que quieren es decir «la vida entera no me alcanza, ¿cómo es posible que me conforme con tener una vida, vamos a tener más vidas, vamos a sacar todas las vidas que podamos de Crimen y castigo, de Guerra y paz, de Anna Karenina»».
La novela se convirtió en un homenaje a todos estos autores, dijo Toscana, quien también se preguntó «¿Cómo se hizo tan gran literatura en un mundo que no era libre, que nunca ha sido libre? No lo fue, Rusia, durante los zares y no lo fue durante el comunismo».
El escritor dijo que quiso buscar el modo de decirle a todos estos autores, «valió la pena».
«Nadie quiere pasar por esto pero si ellos pasaron por esto valió la pena porque crearon esa literatura llena de libertad, llena de dignidad y cargada de imaginación, que habló en su época y que nos sigue hablando hoy».
David Toscana
Después de escuchar las palabras de David Toscana, quienes estábamos en la Sala 2 del Conjunto Santander de las Artes Escénicas nos felicitamos por haber aguantado el calor de la tarde tapatía para recordarnos por qué la literatura es indispensable.
El fallo del V Premio de Novela de la Bienal Mario Vargas Llosa se dará a conocer el domingo 28 de mayo. El ganador recibirá cien mil dólares.
Aquí puedes la primera mesa de la V Bienal Mario Vargas Llosa: A pesar de todo, escribimos.
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