Difícil es contar Chilangotitlán por dos o tres características: contaminada, intransitable, insegura, desigual, esquizofrénica. Héctor Villareal elige la crónica para narrar la Ciudad de México, pero no una crónica inspirada en los iconos del periodismo narrativo (estadounidenses o latinoamericanos) sino en los estudios académicos, específicamente antropológicos.
El resultado es Crónicas de un Televidente, editado por Producciones El Salario del Miedo, Almadía y la Universidad Autónoma de Nuevo León.
“No estoy pensando en contar historias sino en tratar de explicar estos fenómenos”, dice, en conversación telefónica con La Libreta de Irma. “Leo muchos libros de Ciencias Sociales y así me enseño a leer, a pensar y a contar las cosas. Por ejemplo, considero que los mejores libros que se han escrito sobre lucha libre no los han hecho periodistas; uno es de una académica que se llama Heather Levi, estadounidense, y otro es de una académica alemana que se llama Janina Möebius. Son dos grandes textos sobre lucha libre y que no los han hecho mexicanos y no los han hecho periodistas”.
Pero se equivoca quien piense que éste es un libro academicista, pesado, ininteligible. Todo lo contrario: estamos ante un ejercicio muy fino de la ironía y del humor negro, porque Villareal nos pone, sin miramientos, frente al espejo de nuestros peores vicios. Basta echarle un ojo a la crónica La ciudad de la esperanza, que dedica su primera parte (Ustedes los ricos) al culto al automóvil que impera en la megalópolis:
En efecto, el culto al automóvil como símbolo de estatus social es uno de los más arraigados en la idiosincracia chilanga. Esto se manifiesta en imágenes como las siguientes:
- Sujetos que se regodean lavando sus coches durante horas, como si fuera una experiencia sublime (…)
- Habitantes de unidades del Infonavit y similares con camionetazas y carrazos más caros que sus cuchitriles, gracias a los cuales sienten que sobresalen de entre sus vecinos -síndrome de Doña Florinda- (…)
- Pobres diablos que se sienten los amos del universo y le faltan al respeto a todo el mundo, con la seguridad que les da tripular un camión de carga o pasajeros, o que violan todas las reglas de tránsito porque van en una camioneta blindada de transporte de valores y armados con escopetas.
- Señoras que van en coche a establecimientos comerciales a dos o tres cuadras de su casa (…)
El académico de la UAM Xochimilco y colaborador de la revista Replicante explica así lo que llama el “Síndrome de Doña Florinda”:
“Es la reproducción del clasismo pero a pequeña escala. Es decir, no basta con que seamos una sociedad profundamente desigual y clasista, sino que llevamos esto a los rincones recónditos más miserables de nuestra sociedad. Inclusive entre quienes viven en una misma vecindad tratan de marcar diferencias por cualquier pequeña cosa que los diferencia de los demás. Doña Florinda dice: No te juntes con esta chusma, siendo que ella misma vive en esa vecindad”.

Nada escapa a la observación de Héctor Villarreal: desde los torneos de pelota vasca en San Juan Ixtayopan, hasta la celebración al Niñopa en Xochimilco, y el culto a la Santa Muerte en Tepito o la crónica de un concierto del Komander, también en Xochimilco.
“Aquí lo que me parece interesante es como, sin tener nosotros nada que ver con esa cultura norteña del Pacífico, aquí es quizá la zona del país donde más banda suena todos los días. Yo, por ejemplo, no hay día que no vea carteles de La Arrolladora Banda El Limón aquí en la zona metropolitana”.
Los códigos de la cultura política que constituyen eso que conocemos por “la grilla” y que han hecho posible que el PRI siga en el poder, la APPO en Oaxaca, Elba Esther Gordillo y el SNTE, Martí Bartres fundando MORENA, Daddy Yankee, el perreo y el Shuffle Dance, son algunos de los temas de estas Crónicas de un televidente, con un cuidado editorial de Bibiana Camacho y Kato, e ilustraciones interiores y de portada de Sergio García Legaspi.