Esa imperiosa necesidad de aplastarnos que tiene el machismo-leninismo: Wendy Guerra


Texto y Foto de portada: Irma Gallo

Para Wendy, Albis y Celia, hasta La Habana y el paraíso.

Conversé con Wendy Guerra en Monterrey, durante la pasada edición de la Feria del Libro de la Universidad Autónoma de Nuevo León, UANLeer 2018, acerca de la reedición de su libro Nunca fui primera dama, por Alfaguara.

Llegó, guapa como siempre, a pesar (o mas bien por) sus 47 años de edad y su enorme seguridad en sí misma, con una minifalda floreada en blanco y negro y un cardigan rojo, de manga corta. Zapatos de plataforma, altos.

Con la relectura de esta novela, encuentro que la chica sexy intelectual de La Habana se ha convertido en una hermosa y plena mujer madura que practica la sororidad, y reconoce, una vez más, el legado de su madre, la poeta Albis Torres, a quien el régimen castrista silenció, y de Celia Sánchez, revolucionaria cubana a la que la historia «oficial» de su país pichicateó el reconocimiento que merecía. Su valía literaria está, por supuesto, más allá de toda duda.

I.G. Wendy, gracias por esta entrevista.

W.G. No, gracias por no aburrirte de mí. Siempre que estamos juntas siento como esa sensación de que en equipo las mujeres sabemos crecer, porque tus entrevistas casi siempre las veo en Cuba, desde la clandestinidad esta de la cámara, y me emociona mucho. Gracias por todo.

I.G. Yo se que la literatura siempre es de alguna manera medio autobiográfica, y como platicábamos hace dos años en Guadalajara, la literatura de las mujeres tiende a serlo más. Pero ¿qué tanto Nunca fui primera dama es Wendy Guerra y Albis Torres?

W.G. Y Albis Torres, mi madre, y Celia Sánchez, el Pepe Grillo de la conciencia de Fidel Castro… Estas son tres mujeres, como una matriushka, esas muñecas rusas que van una dentro de las otras. Tres mujeres en tres tiempos donde no pueden tener nunca, nunca un protagonismo en la Cuba contemporánea porque como ustedes saben, si cierran los ojos y ven así la Plaza de la Revolución y recuerdan los dirigentes, los líderes saludando al pueblo, no hay mujeres en esa foto. Y entonces también eso es autoficción: contar desde mí, eso es lo que viene de mí, desde mi columna vertebral, las historias de los otros y las mías.

Ahora que se habla tanto, ya sabes, del abuso de la mujer, imagínate: yo tener que contar esta historia, la historia de mi madre, una poeta silenciada por muchos años, y también contar la historia de Celia Sánchez, que fue la Secretaria de Estado de Cuba, la Directora del Archivo Histórico, y ahí en el libro se dice si fue cierto el mito de si ella fue la mujer de Fidel, la compañera de vida -eso tendríamos nosotros que leer el libro para llegar al final y sacar las conclusiones-. Yo creo que la vejación no sólo es cortar el clítoris ni tampoco dar a una mujer una bofetada a una mujer en una cafetería. Yo creo que también es cortar la voz, como es mi caso o el caso de mi madre, cortar el liderazgo de alguien como Celia Sánchez.

Esa imperiosa necesidad de aplastarnos, de quitarnos la voz, que ha tenido en estos años el machismo-leninismo es Nunca fui primera dama. La necesidad de decir: hay tres mujeres, pero hay 1013 mujeres que no pueden contar su historia.

En Occidente, a unos pocos kilómetros o millas, a 90 millas de Miami, por ejemplo, yo no puedo publicar. Yo no puedo salir en la televisión.

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Mi país me tapa la boca. Y eso no está pasando en Occidente, ni son los años 30, ni es el siglo pasado, ni el momento en el que las mujeres no podíamos ir a las universidades ni ejercer el voto. Señores, esto está pasando en Cuba hoy, y nadie hace una campaña en Hollywood porque en Cuba nosotras no podemos hablar.

 

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Photo by Darius Soodmand on Unsplash

 

I.G. Importantísimo esto que acabas de decir: ¿por qué no miramos a Cuba?, ¿por qué seguimos sin mirar a Cuba?

W.G. El tópico de Cuba son 70 largos años ya y estamos ustedes y nosotros agotados y creo que Venezuela está empezando a agotar la paciencia de la opinión pública mundial.

La autoficción viene siendo como un segundo paso más allá del realismo mágico. Después del realismo mágico, ¿qué viene? Y es como narrarnos para estéticamente contarnos, para ideológicamente contarles a nuestros padres qué pasaba, porque fuimos muchos, niños de apartamento. Los padres estaban en la guerrilla, en los cargos públicos, y estuvimos mucho tiempo solos; yo creo que esa es una manera de narrarnos.

I.G. Es un placer siempre conversar contigo, Wendy Guerra. 

Me despido de Wendy y le pido que nos tomemos una foto juntas. No suelo publicar este tipo de fotos en La Libreta pero hoy lo haré porque este encuentro me ha dejado con el ánimo en alto y necesito compartirlo.

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Wendy Guerra e Irma Gallo, después de esta entrevista

 

Después, me da su número de su celular, y de vez en cuando nos mandamos What´s app en los días siguientes, ella desde La Habana, yo ya en Ciudad de México. Digo de vez en cuando porque, como suele recordarme: «en Cuba sigue siendo un lío esto del internet».

Me gusta tener este esporádico contacto con ella. Y cada vez estoy más convencida de la necesidad de tejer redes de trabajo, de complicidad, de sororidad entre las mujeres, no importa que el machismo-leninismo o el machismo mexicanos nos intenten separar.

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