Por Magdalena Carreño
Nunca me han gustado los personajes femeninos que se quedan callados, me desesperan las historias donde las mujeres son pacientes y sufren porque ese sufrimiento al final, tendrá un final feliz. Prefiero aquellas que se rebelan, se arriesgan y que no tienen pelos en la lengua aunque por ser así su camino se convierta en algo difícil o bien, no lleguen a estar al lado del hombre que aman, porque ante todo están ellas y su compromiso con su propia integridad. Esos son los personajes femeninos que me apasionan.
Si bien este tema me da para recordar a muchas y tal vez lo retome próximamente, ahora quiero recordar a una. Contemporánea de Frida Kahlo, fue pintora, escritora pero sobre todo su recuerdo se enmarca por ser musa de varios artistas de su época: Carmen Mondragón.
Su belleza, coronada por unos ojos verdes, profundos y salvajez, fue retratada por las cámaras de Edward Weston y Antonio Garduño, asimismo su silueta fue plasmada por Diego Rivera y por Gerardo Murillo Dr Atl, su vida fue intensa, rebelde para las costumbres de la época.
Fue Dr Atl quien la nombró Nahui Olin, movimiento perpetuo, y con él vivió un tórrido romance que Alain-Paul Mallard narra en Nahui versus Atl (coedición de la DGP y El Cuarto de las Maravillas), novela que surgió de una investigación realizada para un guión cinematográfico.
¿Cómo fue que esta joven llegó a enamorarse de un hombre que ya estaba entrado en años? ¿Fue acaso la irrefrenable necesidad de sentirse amada la que le llevó a sus brazos?
Carmen Mondragón estuvo casada con el pintor Manuel Rodríguez Lozano, quien accedió a esta unión por petición del padre de ella, ya que sus verdaderos intereses amorosos estaban en los hombres y no en las mujeres.
En una época llena de tabú, la relación del Nahui Olin y el Dr Atl fue un escándalo. Vivieron en la azotea del Ex Convento de la Merced, se amaron, viajaron juntos, se destrozaron.
Nahui versus Atl traza no sólo la historia de la pareja sino que da guiños a una época y sus protagonistas, invita al lector a acercarse a cada una de las figuras que los rodearon: Los Contemporáneos, antes de ser llamados así, Diego Rivera, Edward Weston, Tina Modotti… todos ellos están presentes en la atmósfera de un México que se dibuja nuevo a partir de fin de la Revolución.
El lenguaje que puebla el texto es sencillo pero hay momentos en que una imagen nos obliga a detenernos y buscar en el celular más datos, comparar las pocas imágenes de la época con las palabras.
Alain-Paul Mallard nos invita a añorar la rebeldía de algunas mujeres que se atrevían a cortarse el cabello, usar pantalones, escaparse de las estructuras establecidas a través de noches de bohemia, citarse en la Alameda Central para ver todos los contrastes que a pesar de todo aún existen en la Ciudad de México, sólo que sin los caballos y sin los grandes vestidos que llevaban las damas.
¿En qué cuadros aparece Nahui Olin? ¿Cuántos pintó ella? ¿Qué escribió? En la genialidad del Dr Atl no cabe la duda, sus obras pueblan el imaginario de los paisajes de México, sus colores vibran ante quien admire Cómo nace y crece un volcán, sin embargo, la figura de Nahui Olin como artista fue opacada por su belleza y por su final, que es el principio del libro de Mallard:
“Una mujer gorda y vieja se adentra, resollando, en el baldío. Tenso sobre su cuerpo rollizo, un vestido de chillonas flores, corto y escotado. Lleva un par de suéteres encima, asimétricamente abotonados. (…) El cabello es pajizo y reseco, más bien corto; va descaradamente teñido de rubio. Emplastes de maquillaje y subidas chapas de colorete adornan un rostro todo bolsas y arrugas”.
Belleza y razón que se esfumaron con los años, el esplendor de un siglo que se desvaneció.
La Libreta de irma 
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