Apuntes (y una confesión) acerca de Margo


Por Irma Gallo

(Portada: El heraldo)

No recuerdo con exactitud cuándo conocí en persona a Margo Glantz. Tengo que confesar que no la había leído antes. Debió haber sido por algún libro publicado en Sexto Piso, quizá Yo también me acuerdo (2014). Voy a mi librero y sí, mi ejemplar está firmado con una dedicatoria amable, cálida, como es ella:

Para Irma, con cariño y agradecimiento por haber leído este libro, Margo. 2014

Para la reportera un tanto inexperta que era yo, esa conversación sobre un libro nada convencional (¡un compendio de breves fragmentos sobre arte, literatura, viajes, la vida misma, que comienzan, todos con la frase «Yo también me acuerdo»!), fue toda una revelación. Lo primero que me sorprendió —¡ay, mis estúpidos prejuicios!— es que una mujer de su edad escribiera con semejante libertad, desenfado y sentido del humor, aunados a una sorprendente erudición.

Al salir de la casa de Margo decidí que quería leer todo lo que me encontrara de ella.

Pasaron los días, los meses, un par de años. Mi propósito quedó en un pensamiento hueco que se tragó la rutina del reporteo literario, con sus cientos de novedades editoriales que reseñar y autores que entrevistar. Hasta que en 2016 otra vez llegó la oportunidad de entrevistar a Margo, ahora por Por breve herida (Sexto Piso, 2016).

Una vez más, la cita fue en su casa. Margo estaba hermosa, con un sueter de lana, color vino, bordado. Hablamos de Francis Bacon, las bocas abiertas, la sangre, los viajes y las citas con el dentista. Por breve herida también es un libro que escapa a cualquier intento de encasquetarlo en un solo género: ensayo, testimonio autobiográfico, minificción. Un libro con la agudeza crítica y la ironía de Margo Glantz.

Meses después, ese 2016, Lluïsa Matarrodona, quien entonces trabajaba haciendo la prensa en Sexto Piso, me escribió para preguntarme si quería presentar Por breve herida, junto a Margo, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de ese año. Creo que brinqué de emoción, y por supuesto que de inmediato le dije que sí, aunque después me entraron unos nervios pavorosos ¿qué podría yo decir junto a Margo Glantz en la Feria del libro más importante de habla hispana?

El caso es que no me rajé, afortunadamente. Recuerdo que esa presentación fue muy buena. Margo fue cálida, amorosa, inteligentísima y simpática, como siempre. Es una de las presentaciones que recuerdo con más cariño y emoción, y después de esa he tenido varias, con otros grandes escritores, en el querido Hay Festival en Ciudad de México y en Querétaro.

Después de 2016 pasaron años durante los cuales mi contacto con Margo se limitó a las redes sociales. Hasta principios de 2019, cuando nos vimos en un acto oficial de la recién nombrada secretaria de Cultura Alejandra Frausto. Yo iba como reportera de Canal 22, en mis últimos días ahí. Me senté al lado de Margo, nos reímos, nos tomamos una foto, llegó Mario Bellatin y Gabriela Rodríguez, compositora y hermana de Jesusa. Me encantó ver a Margo tan de buen humor, aunque me contó que tenía que ir al médico a hacerse unos análisis. Unos días después le escribí un correo electrónico para preguntarle cómo había ido todo, y me contestó que muy bien, que muchas gracias por preguntar.

En 2019

Para 2020, año de la pandemia, ya había dejado Canal 22 y Notimex. Gracias a la generosidad de una mujer a quien nunca dejaré de agradecer, Lucina Jiménez, ya llevaba unos meses trabajando en el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, y gracias a un virus que se originó en Wuhan, China, otros pocos de encierro doméstico, como los afortunados que pudimos seguir trabajando desde casa.

Otra gran mujer, Rosa Beltrán, enorme escritora y también muy generosa, me dio la oportunidad de transmitir mis entrevistas en vivo desde la página de Facebook de la institución que dirige en la UNAM: Casa Universitaria del Libro, CASUL.

Entonces decidí que era momento de reencontrarme con Margo y su escritura que rompe todos los cánones, que dinamita los géneros literarios y siempre sale avante. Le escribí un correo para invitarla y de inmediato me dijo que sí. Entonces, como niña regañada, me puse a hacer la tarea: me encargué en Amazon Las genealogías y me lo devoré en dos días.

Portada de la edición especial de Las genealogías

Me conmovió profundamente leer la historia de su familia: sus padres, judíos ucranianos, hijos de campesinos que emigraron a México. Aquí, su padre Jacobo, lejos del hambre y la guerra, pudo escribir y después pintar y esculpir. Se hizo amigo de personajes como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Sergei Eisenstein y Marc Chagall, entre otros. En el Carmel, el restaurante que Jacobo abrió en la Zona Rosa años después, puso una pequeña galería y exhibió sus propias obras y las de sus amigos.

Las genealogías es un relato amoroso por medio de cuadros (textos que aparecieron cada semana en Uno más uno) que hace Margo Glantz de su madre, sus hermanas, su infancia durante la presidencia de Lázaro Cárdenas, su juventud —cuenta que hasta los 30 años de edad siempre se sintió vieja y tonta—, cómo se autopublicó sus primeros libros porque ninguna editorial apostaba por ella —¡oh, dios mío!, ¿será que haré lo mismo?—, sus andanzas en el periodismo, la vejez de sus padres, la muerte de su hermana Lilly, el nacimiento de sus hijas Alina y Renata, y termina con la muerte de sus padres;

Mi padre se llamó Jacobo Glantz. (…) Lo vi —lo vimos— extinguirse, adelgazarse, disminuir su entendimiento, quebrarse su lengua, llenarse de agujeros su cuerpo, vivir el suero, sufrir las hemorragias y la asfixia, desdibujarse su hondo sentido del humor, hacerse pequeñito, frágil, convertirse de pronto en mi hermanito caprichoso, intolerante, en mi hijito, en mi niñito menor, en mi martirio, él que concebía el judaísmo no como una tradición, no como una cultura, sino como un martirio. (…)

Mi padre murió el 2 de enero de 1982. Mi madre, el 13 de mayo de 1997. Tenía casi 95 años. Murió con la dignidad, la finura, la paciencia, el sentido del humor, los gestos que la habían caracterizado siempre… (…)
…ese cuerpo que alguna vez fuera armónico y hermoso, ese cuerpo en el que me alojé alguna vez, ese cuerpo que me permitió ser lo que soy.

Margo Glantz. «Las genealogías»

Entrevisté a Margo para CASUL, y fue una de las entrevistas más entrañables que he hecho. Hablamos de sus libros, por supuesto, pero también de feminismo y del peligro de vanalizar las luchas de las mujeres.

No me atrevería decir que Margo Glantz es mi amiga. ¡Ojalá lo fuera! Pero siempre es un placer hablar con ella. Me rio, me emociono, aprendo de ella.

Hoy es su cumpleaños y me congratulo de conocerla, de ser testigo de primera mano de sus éxitos, de ser su lectora.

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