Por Irma Gallo
He leído tres novelas de Amélie Nothomb. Al principio, lo que me llamó la atención fue ella, su figura elegantísima, lejana, vestida casi siempre de negro y con los labios pintados de rojo oscuro que hacen el contraste perfecto con su piel muy blanca y su cabello, también negro.
¿Quién es esta mujer?, me dije, ¿qué escribe?
Leí la contraportada de Antichrista. (Lo elegí porque era el título más barato en el estante de la editorial Anagrama, en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica), y de inmediato me decidí a comprarlo. Me intrigó particularmente una frase:
«Lo que en principio parecía amistad resulta ser el inicio de un doloroso camino de manipulación, abusos y humillaciones en el que Christa es el verdugo y Blanche la víctima».
Nothomb, Amélie. Antichrista. Anagrama. (Panorama de narrativas). Barcelona, tercera edición, octubre de 2008.

La relación casi sadomasoquista entre Blanche y Christa me impactó, pero mucho más la manera en la que Amélie describía a las dos adolescentes de 16 años, como si ella misma lo fuera también.
Leí la primera de forros y me enteré de que Amélie Nothomb nació en Kobe, Japón (porque su padre era o es diplomático), que se asume belga, y que actualmente vive en París. Bueno, una jovencita no es, precisamente, por eso me sorprendió aun más su habilidad para escribir desde la piel de una chica de 16 (Blanche es la narradora ).

El segundo título que cayó en mis manos fue Golpéate el corazón, en donde la criatura de Amélie es Diane, que desde pequeña siente el rechazo de su madre, Marie, y tiene que construirse a partir de esta falta de amor.
Aparentemente asexual, Diane va creciendo y se convierte en una joven muy hermosa, que llegará a desarrollar una relación de dependencia emocional y, al igual que Blanche con Christa, casi sadomasoquista, con la profesora Olivia, para construir, tal vez, la sustitución de lo que puedo ser la de madre e hija, si tan solo Marie la hubiera amado un poco.
Pero no hay melodrama en las novelas de Nothomb; no lo hubo en Antichrista, no lo hay en Golpéate el corazón. Los personajes «víctimas» viven el rechazo y el maltrato con dolor, sí, pero después lo convierten en un elemento a su favor, en una estrategia fríamente planificada, en una especie de escudo que los volverá no solo inmunes, sino poderosos.

La tercera novela que leo es Riquete el del Copete. Aquí, el niño extraño de Amélie se llama Déodat y es tan feo que cuando nació asustó a sus padres, Énide y Honorat. Más arrugado que como suelen llegar al mundo los bebés, Déodat parece un anciano.
Aunque al principio no es consciente de su fealdad, Déodat aprende muy pronto a agradar a sus padres: con un coeficente intelectual mayor al de la mayoría (su madre lo descubrirá cuando cumpla los 7 años), aprende a decir «mamá» y «papá» más rápido que cualquier otro bebé, y muy poco después ya está armando frases cortas.
La inteligencia sobresaliente de Déodat lo ayuda a crear estrategias para sobrevivir en un ambiente hostil, la escuela, donde sus compañeros se burlan de su aspecto y le hacen bullying.
Una de estas estrategias es su pasión por los pájaros. Pronto se aficiona a observarlos, los estudia y los distingue gracias a una entrada del Larousse ilustrado y luego a un libro que le regalan sus padres en Navidad.
En contraste, del otro lado del río Sena, al mismo tiempo que Déodat nacía Trémière, una bebé tan hermosa que sus padres (y el resto del mundo) amaron de inmediato. Sin embargo, conforme crece, quienes la rodean se dan cuenta de que es una niña tímida, callada y sí, al contrario de Déodat, no muy inteligente.
No voy a spolear la novela, porque, aunque como la misma Nothomb admite está basada en un cuento de Perrault, tiene sus grandes y significativas diferencias, pero sí quiero citar un párrafo casi final, que explica la singular naturaleza de la relación entre ambos personajes:
«En realidad, lejos de sentirse cómplices, Déodat y Trémière comulgaban gracias a la inquietante extrañeza que tan a menudo experimentaban hacia el otro. Cuantas veces, al encontrarse, pensaban, cada uno por separado, «Es él», o «Es ella», con un asombro próximo al terror: «¿Quién es ese personaje tan singular que a partir de ahora ocupa el centro del mundo?» Y entonces el elegido le llevaba una copa de champán a la elegida y, fascinados, la tomaban juntos».
Nothomb, Amélie. Riquete el del Copete. Anagrama. (Panorama de Narrativas). Barcelona, marzo de 2018.
Es esa la extrañeza que permea a los personajes de Amélie Nothomb.