Por Concha Moreno
La obra de Sam Shepard es variopinta. Por supuesto, está su teatro, que es la mayor parte de su producción. Pero también está su narrativa, la cual no debe ser ignorada.
Imaginen esto: un niño y su madre viajan por carretera. De pronto encuentran un parque en el camino en el que hay dinosaurios de cemento. El niño baja del coche y sube a un dinosaurio. Y ese es el primer recuerdo de su vida.

Con ese pequeño relato comienza Crónicas de motel, un libro de cuentos que se puede leer como una novela fragmentada. Los cuentos de Sam Shepard son eso: fragmentos. Algunos son autobiográficos, como por ejemplo en los que narra sus viajes largos en carretera, casi siempre a bordo de un Cadillac El Dorado.
Descubrí a Shepard de casualidad, como se encuentran los mejores libros. Caminaba por una librería y Crónicas de motel llamó mi atención porque en aquel tiempo yo era un alma solitaria que vagaba como neandethal nómada.

¿Han visto los cuadros de Edward Hopper? Son pequeñas historias en un solo lienzo. Sobre son historias de gente sola, quizá abandonada, quizá disfrutando de su soledad. Los cuentos de Shepard son así, dan esa sensación de melancolía ajena a toda melaza. Vamos solos por el camino, descubrimos cosas de nosotros mismos, lloramos y a veces nos reímos en momentos inesperados.
Regreso al cuento del niño y los dinosaurios de piedra. ¿Qué hacen esa madre y un niño pequeño viajando en carretera, en medio de la nada, una nada que puede ser el paraíso? Yo creo que están huyendo. Imagino a un padre abusivo y una mujer que decide salvar a su hijo. Tal vez asentarse en un pueblo silencioso, un lugar para inventarse una nueva identidad.
Sam Shepard tiene varios libros de relatos incompletos– incompletos a propósito, pues, como provocaciones para el lector– y el mejor se llama Cruzando el paraíso, una road movie de escenas caóticas, azarosas.
¿De qué hablan los cuentos de Cruzando el paraíso? De padres e hijos con relaciones difíciles, de la virilidad equina de los vaqueros; virilidad que se quiebra a golpes de martillo, de viajes, muchos viajes por carretera viendo la línea del camino como quien se hipnotiza con rituales obsesivos-compulsivos.
Relatos, cuentos, fragmentos, ocurrencias: llámenlos como quieran. Pueden compararse con los cuentos de Raymond Carver, excepto por algunos temas. A Shepard le atraen las relaciones entre hombres y la transformación a caballo, que significa moverse sin destino por un enorme territorio en el que es difícil distinguir un pueblo de otro.
Si quieren abordar un Cadillac y cruzar todo Estados Unidos, por toda esa medianía que son los pueblos pequeños gringos, medianía que tiene su belleza inmóvil, súbanse al carro con Sam Shepard. Amar el camino más que el destino.
Soy Concha. Nos vemos en el próximo libro.
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